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Enrique M. Rovirosa

 

Conforme pasan los días, muchos pensamos que el país está próximo a enfrentar hechos de violencia social, similares a los que se vivieron durante el movimiento estudiantil del 68. Y es que la intransigencia de posiciones que han adoptado los principales actores políticos en torno al proceso y los resultados de la elección presidencial, no hacen prever otra cosa.

Andrés Manuel López Obrador y la coalición Por el Bien de Todos se mantienen firmes: no negociarán y continuarán con sus acciones de resistencia civil mientras no haya un recuento total de los votos.

Felipe Calderón Hinojosa y los dirigentes del Partido Acción Nacional (PAN) sostienen que ganaron la elección con toda claridad y que López Obrador y sus seguidores “no son más que unos revoltosos”.

El Presidente Vicente Fox por su parte, lejos de ser un mediador -como su mandato constitucional se lo exige- no ha hecho otra cosa más que atizar el fuego: antes, durante y después del proceso electoral del 2 de julio pasado.

En este estado de cosas, hay dos aspectos que saltan a la vista: primero, que no hay quien sirva de mediador entre las dos principales fuerzas políticas agraviadas; segundo, que cualquiera que sea la resolución que emita el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) respecto a la elección presidencial, no dejará satisfecha a una de las fuerzas políticas en disputa y, por ende, que las posturas encontradas persistirán

Si bien es cierto que todos hablan de que no debe haber enfrentamientos ni violencia, las condiciones que se vienen presentando indican todo lo contrario, cual si se tratara de dos trenes sobre una misma vía destinados a un encontronazo.

La dirigencia de la bancada legislativa perredista ha anunciado que acudirán al próximo Informe Presidencial como un partido "agraviado" por el Ejecutivo y han anunciado que habrá, al menos, muchas interpelaciones.

Por su parte, el Presidente Fox dijo que llevará a cabo el tradicional “Grito” de Independencia desde los balcones de Palacio Nacional, a la vez que el ejército mexicano afirma que llevará a cabo el desfile militar del 16 de septiembre por las calles del centro histórico de la ciudad de México, incluyendo el zócalo.

Ambos eventos, precisamente en los lugares donde mantienen su plantón los simpatizantes de López Obrador.

Por su parte, Felipe Calderón y la dirigencia del PAN no sólo manifestaron su apoyo a que se respete la celebración de los eventos en los sitios indicados, sino que lo hicieron como una exigencia.

Mientras, las tanquetas antimotines siguen estacionadas en las calles aledañas al Palacio Legislativo en espera de ser estrenadas.

Todo esto no hace sino recordar la preparación previa que llevan a cabo los promotores de un gran evento boxístico. Espectáculo al cual todos asisten en espera de ver muchos golpes, sangre y a un contendiente abatido.

Quien mezcla ácido nítrico y glicerina seguramente lo hace con la intención de producir nitroglicerina, un componente altamente explosivo.

Así, ¿Qué reacción se puede esperar si se mezclan simpatizantes perredistas con panistas, muchos de ellos exaltados por no decirlo de otra manera, teniendo como reactivo al presidente Fox en la noche del “Grito”?

¿Acaso nuestros políticos son tan ciegos que no se dan cuenta de los riesgos que se corren?

¿O será que algunos buscan lo que dice el adagio popular: “Por ver arder la casa del vecino le prenden fuego a la propia”?

Lo que está sucediendo políticamente en México es cosa muy seria. La verdad, en base a cómo ha venido actuando Fox, no se sabe si él y quiénes le rodean están conscientes de ello. Lo mismo puede decirse de las cúpulas de los organismos empresariales y mucho otros actores políticos.

Por el bien de nuestro país, ojala esté equivocado en mis apreciaciones.

Viernes, 25 de agosto de 2006.

 
 

    

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