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La Reforma Electoral en Baja Califronia

Enrique M. Rovirosa

  Logo del Congreso del Estado

Por más que los mexicanos exigimos a nuestros gobernantes que cambien su manera de hacer política y se comporten a la altura de lo mucho que nos exige hoy día a todos la era de la globalización, éstos no escuchan y se niegan a aceptar el reclamo.

La Reforma Electoral recientemente aprobada por el Congreso del Estado, si bien es cierto que contiene medidas que representan avances, también lo es que la forma como se aprobó constituye un ejemplo más de lo despreciable que rodea a la política en nuestro país.

El Partido Acción Nacional (PAN) en alianza con el único miembro del Partido Verde Ecologista de México (PVEM), hizo caso omiso de las observaciones y reclamos de los demás partidos y mediante lo que se conoce como un “albazo”, procedió a aprobar los cambios contenidos en una propuesta hecha a su conveniencia, según denunciaron representantes de la oposición.

Así, los diputados del blanquiazul dejaron de lado a la Comisión de Reforma del Estado lo que, en opinión del coordinador de la facción del Partido Revolucionario Institucional (PRI), vino a romper de facto el acuerdo de gobernabilidad firmado en noviembre del año pasado.

El mayoriteo legislativo no es algo nuevo. Fue una de las características de las mejores épocas del absolutismo priísta. Sin embargo, como parte del “cambio” que pregonaron y siguen prometiendo todos los partidos políticos, muchos teníamos la esperanza de que estas prácticas pasaran a formar parte de nuestra historia. Y más ahora, por la rispidez que existe en una parte importante de la población votante, la cual considera que hubo fraude en la pasada elección presidencial.

La realidad es otra y, por desgracia, vemos que el interés nacional sigue supeditado a los intereses de una partidocracia que cada día reitera no tener respeto alguno por lo que significa la palabra democracia.

Las alianzas de facciones, tanto en las legislaturas federales como estatales, permiten cambiar las leyes de la noche a la mañana, sin tomar en cuenta la opinión de los opositores políticos y mucho menos de la ciudadanía. Esta forma de actuar ha dado como resultado que tengamos un sistema de leyes mal redactadas, con errores e incongruencias, que a veces hacen parecer que éstas no tienen pies ni cabeza.

Con justa razón muchos cuestionan ¿para qué sirve un número tan grande de representantes en las legislaturas si, al final de cuentas, el voto de cada de uno de ellos queda supeditado a lo que les ordene el coordinador parlamentario de su partido?

En el caso de Baja California, desde meses atrás se hablaba de llevar a cabo una reforma integral que estuviera sujeta a diversos análisis y discusiones no sólo en el Congreso sino en distintos foros para lograr que fuera verdaderamente consensuada.

De hecho, hubo varios foros en donde se presentaron una serie de sugerencias, que al final de cuentas quedaron excluidas.

La maniobra del PAN echó por tierra esta aspiración y con ello, no sólo encona a sus adversarios políticos sino a las organizaciones civiles y todos aquellos que veían una oportunidad para que se les tomara en cuenta.

México requiere que la clase política deje a un lado el engaño y la simulación. Que acepte que es necesario se adapte a un nuevo esquema de trabajo en pro de la sociedad y no de sus intereses partidistas o de grupo. De lo contrario, llevará al país a una situación de enfrentamientos y violencia que irán más allá de simples discusiones airadas, como las que se han protagonizado en los Congresos.

Viernes, 13 de octubre de 2006.

 
 

    

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