Enrique
M. Rovirosa
Hace una semana, escribí sobre el enjambre
de sismos que ha venido presentando el municipio
de Mexicali desde el pasado 8 de febrero y las
omisiones y corruptelas que quedan al descubierto
a raíz de éstos.
En los días que transcurrieron desde
entonces a esta fecha, los movimientos telúricos
no han cesado y, según expertos en la
materia, se espera que éstos continúen
por varias semanas más. Así, el
estado de nerviosismo que ha afectado a la mayoría
de los habitantes de la región se mantendrá,
hasta en tanto la madre naturaleza se apacigue.
Entre los movimientos registrados en la última
semana, destacaron dos acontecidos el día
19 de febrero: uno de 5.0 grados Richter a las
14:41 horas y otro de 4.7 grados Richter a las
17:28 horas, según datos del Southern
California Earthquake Center. Como en el caso
de toda la actividad sísmica que ha venido
presentándose, los epicentros estuvieron
entre las fallas Imperial y Cierro Prieto al
sureste de Mexicali.
De nueva cuenta, hubo pánico entre la
población y las autoridades reunidas
en el Consejo Municipal de Protección
Civil decretaron, por segunda ocasión,
suspender las actividades en todas las escuelas
y en todos los niveles así como en las
guarderías infantiles para el día
siguiente.
También volvieron a desalojar el Hospital
General, las oficinas del Palacio Federal y
Legislativo así como otros edificios
públicos.
Se dijo que la suspensión de actividades
en las escuelas sería para hacer una
revisión de las estructuras de los edificios,
cosa que así se hizo al día siguiente
según reporte de las mismas autoridades.
En mi opinión, las acciones anteriores
demuestran falta de preparación de quienes
están encargados de proteger a la sociedad.
Y es que, a raíz de la primera suspensión
de actividades que se hizo la semana pasada
por dos días, lo lógico era que
se realizaran de inmediato los peritajes necesarios
para determinar las condiciones en que encuentran
todos los edificios escolares, guarderías,
hospitales y otros, a efecto de tener una clasificación
sobre éstos, digamos, de alto, mediano
y bajo riesgo ante un sismo mayor.
Lo anterior, con el propósito de desalojar
de manera permanente aquellos que no presenten
las condiciones mínimas de seguridad
ante un posible sismo de 6.5 o más grados
Richter. También, para que las suspensión
de actividades futuras sean selectivas y no
generales, como hasta ahora.
A mi parecer, en vez de suspender actividades
se debió implementar ya un programa intensivo
de información y capacitación
a la sociedad sobre el qué hacer en caso
de un sismo. No hay que olvidar que los expertos
en el tema señalaron con toda claridad
desde que inició la actividad telúrica,
que ésta perdurará por varias
semanas. Asimismo, hicieron hincapié
en que esta zona es de peligrosidad en este
tipo de sucesos por lo que se debe estar mejor
preparado.
Algunos podrán argumentar que las administraciones,
tanto estatal como municipal, tienen pocos meses
de haber tomado posesión y que la situación
de temblores que se vive es atípica.
Al respecto, mi respuesta es que este hecho
no es justificación alguna, pues debe
ser requisito indispensable que quienes ocupen
un puesto público, cuenten con la capacidad
y experiencia que el mismo exige o, en su caso,
rodearse de quienes si la tienen.
Lo anterior es precisamente uno de los factores
que nos lleva a muchos a abogar porque se instaure
el servicio profesional de carrera en todas
las ramas de gobierno y, con ello, se acabe
con la practica de repartir puestos de primero
y segundo niveles, en base a compromisos partidistas,
pago de favores, nepotismo, etc.
Una de las cosas que ha llamado mi atención
en estos días, ha sido la falta de opiniones
críticas en los medios de comunicación
al manejo de la situación que han dado
las autoridades. Lo mismo puedo decir respecto
a la postura adoptada por distintos representantes
civiles. Así, pareciera que todos están
satisfechos aunque en los pasillos, sean muchos
los que dicen lo contrario.
A mi parecer, esta autocensura es más
que alarmante pues hace que las cosas pierdan
su real perspectiva y, con ello, se retrasen
más las soluciones que urge aplicar.
En una situación de riesgo como la que
se vive y en la que está de por medio
la vida de muchos, no se debe callar ante la
ineficiencia y la corrupción de quienes
deben vigilar por el bien común.
Viernes,
22 de febrero de 2008. |