Enrique
M. Rovirosa
La entrevista que hizo la periodista Carmen Aristegui al ex presidente Miguel
de la Madrid Hurtado (MMH) y dada a conocer hace unos días, ha sido un
golpe brutal para los mexicanos. Y no porque no supiéramos que nuestro
sistema político navega en un mar de pudrición, sino porque lo expuesto
echa por tierra las esperanzas de cambio.
Si bien es cierto que a horas de que fueran divulgadas dichas manifestaciones,
el propio De la Madrid se encargó de calificarlas como carentes de “validez
y exactitud”, la verdad es que muy pocos dudamos de la veracidad de
sus palabras. Por más que se diga que la precaria salud del ex mandatario
explica su desliz, la claridad y contundencia de su mensaje aún retumba.
Más, cuando se sabe que hubo muchas presiones para que desistiera y pasara
a quedar ante la opinión pública, como una persona afectada de sus
facultades mentales.
.
MMH ha puesto al descubierto la realidad que vivimos en México: Un país
en el que la corrupción forma parte integral del sistema político.
Un país que sin ella, es incapaz de gobernarse. Un país en que la
impunidad marca el quehacer diario. Un país donde la justicia es palabra
hueca.
La confirmación de estos hechos no viene de un personaje cualquiera.
Lo dice uno de quienes han jurado guardar y hacer guardar nuestra Constitución
Política. Uno de los que han estado en la cima y han visto al régimen
en toda su extensión. Uno que, en su momento, no sólo contribuyó
a darle continuidad sino que ayudó al fortalecimiento del sistema que hoy
critica.
Las declaraciones del ex presidente confirman lo que la mayoría ya sabemos:
que los partidos políticos son eje de ese régimen corrupto que expone.
Que todos son iguales en su actuar aunque difieran en sus grados de culpa. Y que,
pese a la alternancia que se ha dada en el poder, todo sigue igual… no avanzamos
y en muchos aspectos retrocedemos.
Y las preguntas obligadas que debemos hacernos son: ¿Qué sigue?,
¿Cuándo, Cómo y Quién va a cambiar el estado de cosas?
Los más renuentes simplemente dirán “a mi me vale”.
Los fieles, seguirán pidiéndole a la Virgen María que conceda
un milagro. Quienes creemos en la democracia, seguiremos pugnando por el cambio
a través de nuestra participación activa en distintos foros. Pero
los radicales, ya pueden lanzar un llamado a la insurrección, gracias a
la motivación y justificación que les concede las revelaciones hechas
por MMH. Sobretodo, si el gobierno del presidente Felipe Calderón decide
no hacer nada.
Lo dicho por De la Madrid corrobora lo que sostienen algunos: que México
es un Estado fallido, entendido éste como aquél en que no existe
un estado de derecho. En especial, aquél donde la justicia se aplica de
manera selectiva, poniendo a una clase –la gobernante- por encima de cualquier
obligación de rendir cuentas.
Es un hecho que de nada sirve la transparencia si no se acompaña de
castigos ejemplares a quienes infringen la Ley. Por el contrario, si ambas condiciones
no van de la mano, sólo traen consigo la pérdida de confianza de
los ciudadanos en sus instituciones. Las encuestas que se han hecho en México
a este respecto, revelan que la gran mayoría ya no cree en ellas o les
asigna una baja credibilidad. Esto, a pesar del gasto multimillonario (vergonzoso
para un país con tanta pobreza) que realiza el Estado en sus campañas
promocionales en los distintos medios de comunicación.
Todo indica que la situación económica del país no habrá
de mejorar en el 2009 y, por el contrario, que aún falta camino por recorrer
para tocar fondo. Bien nos irá si las cosas pueden mejorar para la segunda
mitad del 2010, aunque no falta quienes piensen que las cosas podrían continuar
mal hasta 2011 o, incluso, el 2012. De cualquier manera, las cosas parecen acomodarse
a modo de quienes consideran la violencia como alternativa única para cambiar
a México. No digo que tengan razón, pero es una realidad que no
debe soslayarse.
Por lo anterior estoy convencido de que se requiere promover un cambio profundo
en dos vertientes, mismas que poco o nada se discuten por quienes tienen la obligación
de hacerlo. Por una parte, debe llevarse a cabo una reforma de Estado, que abra
los espacios a la participación ciudadana en la vida política nacional
y, los cierre a quienes sólo la utilizan para provecho personal o de grupo.
De nada sirve hablar de democracia cuando los partidos políticos están
al servicio de familias o grupos. Como organizaciones públicas que son
-amen del financiamiento que reciben del Estado- es urgente que se abra y transparente
su manejo interno.
Por otra parte, tiene que aplicarse una reforma a la administración
pública en los niveles federal, estatal y municipal que permita adelgazarla,
evitar dobles y triples funciones, profesionalizarla (mediante el servicio civil
de carrera) e introducir mecanismos de alta eficiencia en el ejercicio del gasto.
Lo anterior sólo puede venir de un Acuerdo o Pacto Nacional, en el que
no sólo participen los políticos y empresarios, sino la sociedad
en su conjunto. No será tarea fácil y el tiempo apremia. Si no somos
capaces de hacerlo, la última palabra la tendrán los radicales,
aquellos a los que MMH, queriéndolo o no, ha dado alas con sus declaraciones.
Miércoles, 20 de mayo de 2009. |