Enrique
M. Rovirosa
Los políticos mexicanos insisten en
que es necesario implantar en el país
la reelección, tanto para legisladores
como presidentes municipales. Y manifiestan
como principal justificación que, aparte
de que es algo común en casi todas las
democracias del mundo, ello haría más
profesional el trabajo legislativo y permitiría
aprovechar mejor las experiencias adquiridas.
En el caso especifico de los alcaldes, agregan
que tres años en el puesto apenas son
suficientes para que éstos adquieran
la experiencia y conocimiento necesario para
desempeñar sus funciones por lo que,
un periodo más para aquellos que demostraron
ser buenos gobernantes, sería de mucho
provecho para la sociedad.
Si bien hay mucha verdad en estas afirmaciones
también lo es que, como en muchas otras
cosas que se dicen en nuestro país, es
una verdad a medias. Y es que el problema de
las malas administraciones municipales no radica
necesariamente en falta de experiencia de los
alcaldes sino, la mayoría de las veces,
en la falta de conocimiento y probidad de quienes
los rodean.
En Baja California, al igual que en otras partes
del país, resultaron electos para presidir
los dos principales municipios del estado dos
candidatos de partidos de oposición.
Tanto en Mexicali como en Tijuana, los candidatos
del PRI habrán de sustituir -a partir
del primero de diciembre próximo- a alcaldes
del PAN. Este cambio, además de tener
una gran trascendencia política, pues
el PAN había gobernando a Tijuana durante
los últimos 15 años y a Mexicali
en los últimos 9, tiene un impacto de
carácter económico que pocas veces
se discute por no ser de interés para
los partidos políticos.
Por lo general, cuando se da un cambio de administración
entre miembros de un mismo partido, la mayoría
de las personas que integran las estructuras
administrativas repiten en sus cargos, con la
salvedad de los que ocupan los primeros y algunos
de los segundos niveles. Sin embargo, cuando
se da un cambio como el que viene ahora, es
ya tradición en nuestro país que
las permutas lleguen a todos los niveles. Y
lo mismo afecten a directivos que a personal
sin ninguna jerarquía, salvo el hecho
de ocupar plazas de confianza.
En el caso concreto de Mexicali, en esta semana,
el oficial mayor saliente ha informado que darán
de baja a 160 personas -entre directores, coordinadores,
jefes, subjefes y otro personal- a solicitud
de la administración entrante.
Por otra parte, se ha hecho del conocimiento
público que al menos 70 empleados del
DIF municipal han creado un sindicato para buscar
su base y con ello, protegerse del cambio de
administración y no perder sus empleos.
Estas dos informaciones revelan que podrían
darse más de 230 cambios de personal
en la administración municipal de Mexicali.
Por su parte, informes preliminares señalan
que bajo este tenor en Tijuana podrían
darse sustituciones en más de 400 plazas.
Lo primero que salta a la vista de estos canjes
se refiere al costo que la acción tendrá
sobre las finanzas públicas pues aunque
se trate de personal de confianza y haya quienes
cuestionen la moralidad de indemnizar a los
que salen, la ley es muy clara al respecto y
debe retribuirse a quien es despedido de su
trabajo. Así que la remoción de
mas de 600 elementos en ambos municipios resultará
en una carga onerosa al erario que no beneficia
en nada a la sociedad. Por el contrario, la
acción le representa menos recursos disponibles
para utilizarse en programas de servicio.
Y si bien el costo asociado a las indemnizaciones
puede precisarse en pesos y centavos, éste
no es el único que se debe cubrir. Hay
otro mucho más importante y que tiene
que ver precisamente con la experiencia y conocimiento
de aquellos que se van y aquellos que llegan
para ocupar los cargos: el costo del capital
humano.
Toda organización exitosa sabe que uno
de sus principales baluartes lo constituye precisamente
su recurso humano, es decir, su gente. Y que
un buen equipo humano puede y en muchas ocasiones
es mucho más valioso que la inversión
que pueda tenerse en maquinaria y equipo. Entonces,
¿Cómo explicar que uno de los
primeros actos de quienes habrán de conducir
los asuntos de los municipios, consista precisamente
en deshacerse de quienes ya cuentan con conocimiento
y experiencia? Y sobre todo, ¿Por qué
en un número tan elevado?
Las respuestas no tiene nada que ver con la
búsqueda de mayor eficacia o eficiencia
para la administración pública.
Es simple y llanamente la replica a intereses
partidistas que, por tradición, se aprovechan
de los cambios de administración para
recompensar a aquellos elementos que han sido
fieles a su partido, pagar favores a algunos
que han contribuido desde fuera, o simple compadrazgo
y nepotismo.
Es necesario destacar que, la falta de seguridad
que ha caracterizado a los empleos públicos
en nuestro país si bien no es un justificante
de los actos de corrupción que se dan,
si ayudan a explicar aunque sea de manera parcial
el porqué se cometen.
De existir el servicio civil de carrera, muchos
de estos problemas serían superados y
con ello, se garantizaría que las transiciones
no afectaran las estructuras administrativas
al grado que lo hacen hoy. Si funcionara este
esquema, cada nueva administración municipal
se vería limitada a efectuar alrededor
de 30 cambios, siendo éstos orientados
fundamentalmente para garantizar, por un lado,
la continuidad y funcionamiento de las instituciones
y, por otro, permitirle al gobernante electo
tener en los primeros niveles de la administración
personas de su confianza para implantar las
políticas que hubiese considerado en
su plataforma electoral.
En el ámbito federal, hay que reconocer
que el presidente Vicente Fox ya hizo en este
sentido lo necesario para dar mayor estabilidad
a las administraciones por venir. Desgraciadamente,
no ha sucedido lo mismo en las administraciones
estatales y municipales.
México es un país que se caracteriza
por tener más del 50% de su población
en condiciones de pobreza. Los recursos que
obtiene el Estado son cada día menos
para atender las crecientes demandas de esta
población. Bajo estas circunstancias,
lo más lógico sería que
las administraciones públicas buscarán
aprovechar al máximo los escasos recursos
con que se cuenta. El servicio civil de carrera
en el estado y municipios iría en concordancia
con este objetivo. Además, ayudaría
a mejorar la calidad de quienes participan en
los partidos políticos pues se eliminaría
el incentivo de pertenecer a éstos por
el sólo hecho de poder aspirar a una
plaza en las administraciones públicas.
Estamos seguros que en un futuro se llevará
a cabo la modernización que tanto se
requiere en las administraciones estatales y
munipales de la entidad. Sin embargo, mientras
esto sucede, la sociedad debe exigir que los
gobernantes entrantes respondan menos a los
intereses partidistas y apliquen desde el inicio
de sus gestiones las buenas prácticas
de administración a las que se comprometieron
cuando estuvieron en campaña.
Viernes 26
de noviembre de 2004. |