Enrique
M. Rovirosa
Hace un par de años, el Colegio Nacional
de Economistas A.C. (CNE) cuya sede está
en la ciudad de México, decía
representar a más de 15 mil economistas
afiliados de un total de 42 mil que se calcula
han realizado este tipo de estudios en México.
Estos números resultan de consideración
si se toma como referencia que en los Estados
Unidos de América, de acuerdo a cifras
del Departamento de Trabajo de ese país,
en 2006 se encontraban empleados cerca de 15
mil economistas.
En este contexto, algunos preguntan: ¿Por
qué no vemos a más profesionistas
de esta rama en los medios de difusión,
con pronunciamientos en torno a los grandes
temas nacionales, y que no lo hagan a nombre
del sector público o los organismos empresariales?
En particular, cuestionan: ¿Qué
pasa con el órgano colegiado de este
sector que aparentemente ha dejado el camino
libre para que otros tengan más peso
en temas que son de su competencia como sucede,
por ejemplo, con el Instituto Mexicano de Ejecutivos
de Finanzas (IMEF)?
Debo admitir que, como economista, soy de los
primeros en estar inquieto ante la falta de
empuje que han mostrado mis colegas del centro
del país.
Y es que durante muchos años nuestra
agrupación nacional, además de
mantener una presencia dinámica en los
principales medios de comunicación, se
distinguía por ser de las primeras en
emitir sus opiniones, fueran a favor o en contra,
en torno a las políticas que se anunciaban
en materia económica. Y si bien es cierto
que durante la mayor parte de los años
en que gobernó al país el Partido
Revolucionario Institucional (PRI), el Colegio
actuó como si fuera un apéndice
del gobierno federal, pues la mayoría
de los dirigentes ostentaban cargos de alto
nivel en éste y eran de los primeros
en apoyar las iniciativas del ejecutivo, la
verdad es que al menos su sentir trascendía.
Hoy, pese a las condiciones de mayor libertad
política, el Colegio pareciera estar
congelado en el tiempo. No sé si ello
obedezca a una falta de interés de mis
correligionarios o de los medios de comunicación.
De cualquier manera, no podemos pasar por alto
la abundancia de “economistas amateurs”
que no se inmutan en manifestar sus “voces
expertas” sobre diversos temas de
la economía. Esto, de alguna manera contribuye
a hacer más difícil la labor de
los comunicadores respecto a cómo distinguir
a los más calificados de los indoctos
y, con ello, dar la importancia que merecen
aquellos que si pueden contribuir a un dialogo
fundado.
De cualquier manera, los economistas no podemos
soslayar nuestra responsabilidad por la mucha
o poca importancia que se nos brinda como organización
colegiada. Y es que mientras no contribuyamos
a la discusión de los problemas que aquejan
al país, mediante análisis serios
y sin temor a ser críticos de las distintas
aristas que se presentan así como sus
posibles alternativas de solución, no
estaremos en posición de cumplir con
la responsabilidad profesional que la sociedad
exige.
Los días 29 y 30 de mayo próximos,
el CNE realizará en Tijuana, Baja California,
su XVII Congreso Nacional con el tema: “Competitividad
y Productividad: El Reto de México en
la Economía Global”. De acuerdo
al programa, participarán 24 conferencistas.
Entre estos destacan el Premio Nóbel
de Economía del 2006, 4 Secretarios de
Estado (Economía, SCT, del Trabajo y
Energía), 2 Subsecretarios (Egresos de
la SHCP y Educación Media Superior de
la SEP), el Director de Pemex, el titular de
la Comisión Federal de Competencia, 1
Senador y 4 secretarios de distintas dependencias
estatales (Jalisco, Sonora, DF y estado de México).
Participarán también, un representante
de una empresa de consultoría nacional,
otro de la CEPAL, 6 investigadores de distintas
instituciones educativas (3 nacionales y 3 extranjeras)
y el dirigente de una agrupación de economistas
internacional.
Así, de los 24 conferencistas, 13 son
funcionarios públicos, 1 legislador,
1 dirigente gremial, 6 investigadores, 1 consultor,
1 representante de organismo internacional y
1 premio Nóbel.
En mi opinión, el número tan
elevado de funcionarios y representantes públicos
-muchos de ellos no economistas- imprimen ya
un sesgo al análisis y conclusiones que
puede arrojar el Congreso. Y es que no hay que
olvidar que la finalidad de eventos como este,
es precisamente generar una discusión
en torno a los temas que se presentan. Y que
para propiciar un debate, debe haber opiniones
disímiles.
Es obvio que los funcionarios públicos
seguirán la línea que les impone
su cargo, lo que implica que habrá, al
menos, 14 monólogos. Lo mismo puede decirse
respecto a algunos de los investigadores, pues
dado el cargo que ocupan en las instituciones
que representan, es probable que su postura
este comprometida.
México necesita urgentemente de una
transformación, no sólo en lo
político y económico sino en el
actuar de cada uno de nosotros, ya sea como
individuos o grupo. En este estado de cosas,
los economistas no podemos quedarnos al margen.
Debemos sumarnos al esfuerzo de cambio y, para
ello, es indispensable que trabajemos bajo principios
de libertad e independencia. No hacerlo hará
que otros se sumen al cuestionamiento sobre
dónde estamos.
Viernes 25
de abril de 2008. |