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El Arte de Mentir

Enrique M. Rovirosa

Calderón, Mouriño, Fox y Clinton

"La verdad triunfa por sí misma, la mentira necesita siempre complicidad" (Epicteto)

Esta semana, el ex rector, catedrático e investigador emérito de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Pablo González Casanova al hacer una critica de las iniciativas de reforma en torno a Petróleos Mexicanos, señaló que en defensa de los proyectos del gobierno se está haciendo una “labor de expropiación de la razón, del derecho y de la palabra”. Destacó que el arte de mentir ha adquirido proporciones extraordinarias para lo cual añadió que “Tartufo se queda corto” en la capacidad de engañar e influir con falsedades a la población.

En mi opinión, es más que loable que personajes del reconocimiento público, como el que goza González Casanova, empiecen a llamar las cosas por lo que son y, con ello, se deje de hacer el juego a la clase política, tanto nacional como internacional, que ha hecho del mentir y las verdades a medias su modus operandi.

Desgraciadamente, la mentira ha adquirido dimensiones enormes. A diario se esparce -cual si fuera agua- a través de todos los medios de comunicación. Muchos de éstos, faltando a su misión de informar la verdad, no hacen el menor intento por cuestionar a quienes la presentan y, de hecho, apoyan su generalización en clara complicidad.

El avance a la falta de la verdad ha sido posible de igual forma, gracias a la confabulación de los órganos encargados de generar e impartir la justicia, pues ya van muchas ocasiones en que si bien aceptan que hubo violación a las disposiciones de carácter legal, en sus fallos no aplican el castigo o sanción que la falta debiera ameritar.

Soy un convencido de que en los últimos años, los políticos mexicanos se han inspirado en la experiencia del Presidente de los Estados Unidos de América, Bill Clinton cuando los escándalos con Monica Lewinsky, durante el periodo 1997-99. Como se recordará, el mandatario estadounidense negó en una declaración jurada haber tenido relaciones sexuales con ésta. Después de presentarse pruebas de que si las tuvo, se le siguió un proceso de destitución del cargo por haber cometido perjurio (en sus declaraciones en el caso Paula Jones y ante el gran jurado), abuso de poder y obstrucción de la justicia.

Clinton admitió haber mantenido un "comportamiento físico impropio" pero negó haber cometido perjurio.

El final de la historia fue que la Cámara de Senadores lo declaró inocente de los delitos de perjurio por 55 a 45 votos a favor y de obstrucción a la justicia con empate a 50. Con estos resultados, la Cámara Alta redefinió el significado de sexo oral por el de simple actitud indebida.

Para no quedarnos atrás, en México hicimos algo similar con el Presidente Vicente Fox. Durante el proceso electoral presidencial del 2006, el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) concluyó que sí existieron diversas irregularidades en el proceso electoral, encabezadas por “la indebida intervención del presidente Vicente Fox, pero que éstas no fueron de tal gravedad como para invalidar la elección presidencial". Asimismo, para que Fox no recibiera más sanción que la de una amonestación verbal de dicho órgano.

Con este fallo, el TEPJF sentó el precedente de que un Presidente si puede violar las leyes electorales, siempre y cuando no sean faltas que se aprecien como graves.

De manera más reciente, está el caso del Secretario de Gobernación, Juan Camilo Mouriño, de quien existen pruebas de que no respetó la Ley Federal de Responsabilidades Administrativas de los Servidores Públicos, al beneficiar a familiares en contratos de transportación de hidrocarburos adjudicados por Pemex-Refinación a la empresa Ivancar. De manera preliminar, se ha dado a conocer que la Comisión formada para investigar el asunto en la Cámara de Diputados ya lo exoneró de las acusaciones por tráfico de influencias. De ser así, éste pasará a formar parte de los miles de casos que sobre impunidad existen en nuestro país.

Es un hecho irrefutable que si todos rechazáramos la mentira y hablásemos con la verdad muchos de los problemas que nos aquejan desparecerían y viviríamos en un país más justo y mejor. Desgraciadamente, los políticos no piensan igual y se empeñan en mantener el arte de mentir como símbolo inequívoco de su quehacer diario y de la corrupción generalizada que nos aqueja. Como sociedad debemos buscar formas de combatir esta práctica perversa que tanto nos daña.

Viernes, 9 de mayo de 2008.

 
 

    

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