Enrique
M. Rovirosa
Soy opositor a la reelección de alcaldes, diputados y senadores en
México. No porque sea contrario en principio a este mecanismo aceptado
en todas las democracias del mundo, sino precisamente porque pienso que debe ser
requisito de aquellas que pretendan ser consideradas como tales.
Y es que en nuestro país no existe una democracia sino un sistema político
autoritario, disfrazado bajo el manto del sufragio efectivo. En palabras de algunos,
un régimen en donde se nos da a escoger entre candidatos “de
los menos peores”, mismos que se caracterizan por responder únicamente
al interés de quienes los llevan a la disputa por el poder.
La partidocracia que nos gobierna hoy día, se escuda en el hecho que
tenemos garantizado el respeto a los resultado que dan los procesos electorales,
aunque sólo sea de aquellos postulantes que ella misma escoge. Defiende
un sistema que ya demostró estar al margen de toda consideración
respecto a una verdadera competencia, condición sine qua non para
garantizar el triunfo de los mejores. Y con la reelección, lo que pretende
es mantener los privilegios derivados del status quo por algunas décadas
más, bajo un sistema en apariencia renovado.
La partidocracia no está sola. Cuenta con el respaldo de los poderes
facticos. En especial, de los medios de comunicación masiva que hacen posible,
un manejo propagandístico de las políticas de Estado muy superior
a lo que en su momento pudo idear Joseph Goebbels, ministro de propaganda de Alemania
Nazi.
Y quienes duden de esta realidad, los invito a hacer una búsqueda de
los montos que gastan en promoción y propaganda todos los órdenes
e instancias de gobierno en nuestro país. No se tiene un dato preciso,
pero se estima que la cifra ronda entre los 1,500 y 4,000 millones de dólares
anuales, conforme a los criterios que se apliquen para medirla.
Los promotores de la reelección sostienen como ventajas que: 1) Permitirá
profesionalizar el trabajo de los representantes electos, pues servirá
de estímulo para que se especialice en temas legislativos. 2) Que favorecerá
la rendición de cuentas y responsabilizaría a los actores políticos
ante la ciudadanía por sus actos u omisiones. 3) Que permitirá que
las lealtades de los políticos se reorientaran hacia los representados
en vez de tenerlas hacia las cúpulas partidistas y, 4) Que aumentará
el grado de independencia con respecto al ejecutivo y otras instancias de poder
fáctico.
Nadie puede negar el peso de los argumentos anteriores en favor de la reelección
No obstante, desde mi particular punto de vista, la discusión no debe centrase
en las ventajas o desventajas del proceso mismo de ratificación, sino en
el sistema que impera en cuanto a la selección de candidatos y la falta
de compromisos que están dispuestos a cumplirle a la sociedad, gracias
a que aquí reinan la corrupción y la impunidad.
La crisis económica mundial ha demostrado que los políticos,
en general, tienen muy poco o nulo compromiso con sus gobernados. Y como dice
el refrán popular “para muestra un botón”:
Ya transcurrió más de un año desde que inició la debacle
económica mundial, misma que tuvo sus orígenes en el mal manejo
que hicieron las instituciones financieras de los recursos a su disposición
y es hora en que no se han puesto de acuerdo los políticos de las principales
naciones implicadas para modificar las reglas a que deben someterse dichas instancias.
En opinión de muchos expertos, cuanto más tiempo pase y la crisis
sea superada, menos lo harán.
Los políticos en México -al igual como parece suceder en todo
el mundo- no responden a los intereses de las mayorías. Se han vuelto siervos
de sus propias ambiciones y la de los grupos corporativos internacionales.
En este contexto, la mayoría intuye que la democracia mundial requiere
un cambio profundo. Es un hecho que la reelección otorga más ventajas
a quienes ostentan el poder por lo que no se debe olvidar la célebre frase
de Lord Acton que dice: “El poder corrompe y el poder absoluto corrompe
absolutamente”.
Lunes, 4 de enero de 2010. |