Enrique
M. Rovirosa
Años de gobiernos ineficientes y corruptos en México se ha traducido
en que muchos hayamos perdido no sólo la capacidad de asombro sino el sentido
de lo que está bien o mal. Aceptamos muchas veces las cosas tal y como
se presentan, con resignación, sin cuestionar más si son apropiadas
o si están dentro de los límites que fija la Ley. Con el paso del
tiempo nuestra indiferencia crece y con ello, poco a poco perdemos derechos que
costaron años de sacrificios e incontables vidas.
Los artículos 11 y 16 de nuestra Constitución Política
establecen claramente que los mexicanos tenemos derecho a la libertad de tránsito
por todo el territorio nacional y a no ser molestados por autoridad alguna, salvo
en aquellos casos en que exista un mandamiento judicial especifico y por escrito.
Así, estos ordenamientos implican –guste o no- que los retenes
militares son ilegales en México.
No obstante, el gobierno hace caso omiso de quienes nos manifestamos en contra
de las revisiones, bajo el argumento que el combate a la delincuencia organizada
es una prioridad nacional. De ahí que el presidente Felipe Calderón
sostenga que el retorno a los cuarteles tomará “mucho tiempo”
y será paulatino. Con ello, justifica violentar el Estado de Derecho bajo
el manto del viejo refrán que dice: “el fin justifica los medios”.
Esto, a pesar que todo mundo sabe que el mantener al ejército en las calles
ha dado resultados muy limitados.
Por si fuera poco, la organización Human Rights Watch (HRW), en su
reporte anual 2010 sobre el estado de los derechos humanos en el mundo, señaló
hace unos días que el gobierno mexicano en su lucha militarizada contra
el narcotráfico y el crimen organizado, comete graves violaciones a los
derechos humanos. Y añade que lo hace con impunidad, cuando se trata de
investigar y castigar a los soldados acusados de dichas violaciones.
Los retenes militares no sólo representan una violación a las
garantías individuales y un inconveniente para los automovilistas que tienen
que detenerse y ser revisados. Constituyen un elevado costo en la cadena distributiva
que finalmente tenemos que cubrir los consumidores. En aquellos ubicados en Sonora
y Baja California, los camiones con carga procedente del centro del país
llegan a perder hasta 24 horas en sus recorridos. Y en el caso especifico del
retén ubicado en la carretera Mexicali-Tijuana, los atrasos para los transportes
de carga han llegado a ser de hasta diez horas.
Además de las demoras, el ejército en muchas ocasiones daña
las mercancías que revisa, pues no cuenta con el equipo adecuado para ello.
Los soldados que realizan los escrutinios utilizan varillas para pinchar los perecederos
y otras mercancías en busca de estupefacientes.
Las filas que se forman por la lentitud en las revisiones, ha provocado también
la pérdida de vidas humas. Son varios los choques de automóviles
con camiones parados sobre las carreteras, debido a que no se tomaron las medidas
de señalización adecuadas.
Las demoras constituyen más gastos de alimentación para los
choferes, mayor uso de combustibles y prórrogas en la entrega de mercancías.
Asimismo, un aumento en el número de unidades que se requieren para cumplir
los pedidos.
De ahí que los primeros en protestar por las tardanzas que ocasionan
los retenes sean los empresarios afectados.
Al respecto, en el caso de Baja California, las cámaras han venido
pugnando para que se mejore la logística de las revisiones mediante una
mayor infraestructura y uso de tecnología. Y han manifestado no estar en
contra de las revisiones, pues están conscientes del cáncer que
es el narcotráfico.
En este contexto, el pasado 20 del mes en curso, el Consejo Coordinador Empresarial
(CCE) en el Estado entregó al comandante de la Segunda Zona Militar, un
proyecto ejecutivo elaborado por la Cámara Mexicana Industria de la Construcción
(CMIC) para construir instalaciones adecuadas en el punto de Revisión Militar
“El Centinela”, en el Kilómetro 42 de la carretera
Mexicali-Tijuana. Con éstas, se busca agilizar la inspección y el
paso de vehículos particulares, transporte público y de carga.
Se habla también de realizar un esfuerzo similar para el punto de revisión
militar que opera en el tramo de la carretera Mexicali-San Felipe.
La postura y apremio del sector privado es entendible, pues requiere una solución
prácitca y expedita al impacto que sufre por la estrategia gubernamental
anticrimen. No obstante, en mi opinión ésta no es la más
adecuada para la sociedad, pues lo que se necesita es un retorno inmediato al
Estado de Derecho.
La construcción de instalaciones permanentes como se sugiere, significa
aceptar que los retenes militares continúen por tiempo indefinido y, con
ello, una aprobación tácita a que se sigan violando nuestras garantías
individuales. Lo conducente es que se terminen las revisiones ilegales y que las
autoridades busquen ser más eficaces a través de los métodos
tradicionales que se utilizan para investigar y castigar el crimen en todas las
democracias. Es decir, dejar de emplear tácticas autoritarias y hacer lo
que se necesita hacer al interior de las corporaciones policíacas para
que éstas funcionen como debe ser.
El emplear al ejército en actividades que no le son propias, lejos
de resolver los problemas los complica. Por un lado, se dejan de aplicar las medidas
correctivas que urgen y, con ello, se degrada más el estado de cosas. Por
otro, las tropas en la calle por largo tiempo suelen convertirse en un agravante
por sí mismas. Respecto a esto último, hay muchas experiencias internacionales
que así lo demuestran.
Por todo lo anterior, resulta indispensable exhortar a todo aquél que
se considere un verdadero demócrata a que alze la voz ante las autoridades
con un rotundo ¡No a los Retenes Militares!.
Lunes, 25 de enero de 2010. |